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Muisca general

 

Silvana Estrada es una artista del pasado, del presente y del futuro. Hoy es una de las cantautoras latinoamericanas más celebradas. Con su voz privilegiada y sus letras cargadas de sentimiento es capaz de crear canciones que conmueven hasta las lágrimas, sanan heridas, invitan a bailar o hasta se convierten en himnos de movimientos sociales. Silvana crea música que durará para siempre. La mexicana ganó el Premio Grammy a Mejor Artista Nuevo en 2022 y este año fue nominada a Mejor Interpretación de Música Global por ‘Milagro y Desastre’.

Construyendo sus instrumentos

Creció rodeada de son jarocho en Coatepec, en el estado de Veracruz, en México. Desde chica vio cómo sus padres, además de ser artistas, creaban instrumentos de cuerda frotada en su taller, así desarrolló una mayor apreciación por la música, por sus procesos, y por el esfuerzo que había detrás de ella. 

Mientras sus padres construían los instrumentos, ella recopilaba otro tipo de instrumentos a manera de conceptos y experiencias, esos que le darían la capacidad para resaltar como una artista única en su generación. “Crecí en una familia de músicos, de luthiers. Mi papá construye contrabajos y cellos, mi mamá violas y violines, que les dicen instrumentos de cuerda frotada. Es toda la primera línea de las orquestas, las cuerdas frotadas de metal. Al mismo tiempo, mi madre es clarinetista y mi padre es contrabajista. Entonces, yo crecí en un ambiente muy musical, y desde una perspectiva distinta, porque me tocaba ver cómo se hacían los instrumentos, la parte más artesanal de la música. Generé una relación de mucho agradecimiento con la música porque para que yo haga música tiene que haber alguien que se para muy temprano a construir este instrumento”, comenta en conversación con ROLLING STONE en Español.

Estrada creció en el campo, y allí veía de todo. “Me tocaba bajar al pueblo y ver a la gente bailando danzón los domingos”, recuerda. “Fui creciendo con muchas músicas distintas y muy de la mano de lo que me iban enseñando mis padres, que son unos cantores maravillosos”. Creció cantando con ellos. Silvana ponía la voz, su padre la guitarra y su madre el cuatro venezolano. 

Para esa niña de Coatepec, la música era disfrute y diversión. Es por eso que ahora, como adulta, sigue procurando pasarla bien. “En ocasiones no me sale, porque también es una cosa de sufrir a veces, pero en general intento tener una relación con la música centrada en sanar, divertirme, en generar comunidad a partir de las canciones y la música como fuerza de atracción de la gente linda del mundo”. 

Silvana había tenido acercamientos con la canción latinoamericana desde muy pequeña, pero fue cuando conoció el jazz que su relación con la música se volvió mucho más estrecha. “Para mí lo que se cantaba era el son, los boleros y el folclore a grito pelado, sin micrófono, para mí la voz era eso. Cuando me empezó a interesar el jazz, mi mamá me pasó un disco que estaba en la casa, un compilado de Billie Holiday, y me enamoré”. 

“Me encantó, porque me agarró en una etapa en la que ya empezaba a sufrir por los chicos. El jazz apareció en un momento de mi vida en el que necesitaba un poco de oscuridad”, relata. A los 13 años, con las emociones a flor de piel, Silvana escuchaba canciones como ‘Strange Fruit’, ‘You Don’t Know What Love Is’ o ‘I’m A Fool To Want You’. “Empecé a jalar ese hilito, y aparecieron cantantes que se han vuelto referentes, como Ella Fitzgerald. Entendí una cosa que no había entendido y es que los cantantes también podemos improvisar. En ese momento decidí entrar a estudiar jazz y me cambió la vida, fue increíble”, recuerda. 

A partir del jazz, Silvana aprendió a improvisar y a estructurar armonías. Adicionalmente, empezó a estudiar trompeta: “Fue un instrumento complementario. Le dediqué mucho tiempo a la trompeta. Curiosamente dejé de tomar la asignatura de canto, y estaba nada más con la trompeta. Siento que también eso me liberó mucho, y muy rápido encontré mi voz”, asegura sobre su relación con este instrumento de viento. 

Por otra parte, en un momento dado, llegó un acompañante a su vida que cambiaría su rumbo musical por completo. El cuatro venezolano apareció para cambiar su perspectiva ante la composición, pues al sentirse limitada, se volvió a aproximar a la música desde la experimentación. “Fue mi llave a la libertad. Al no saber tocarlo, tenía toda la libertad de explorarlo y hacer cualquier cosa sin esperar nada. En el piano estudiaba mucha teoría, pero en el cuatro sentía que inventaba todo”, recuerda Estrada. “Por primera vez pude tomar un poco de mis poemas y universo melódico, y por fin hacer canciones. Fui muy feliz cuando encontré el cuatro y pude juntar esos dos universos a los que les he dedicado más tiempo y me hacen más feliz”. 

Reflexionando sobre algunos discos que la formaron, habla sobre Mercedes Sosa en Argentina (En Directo): “Este disco para mí es el que más me impactó de pequeñita. Que una voz así existiera y cantara canciones fuertes, llenas de amor y de humanidad, me caló hasta el alma. Mis papás lo escuchaban mucho en Coatepec, y luego lo cantaban en las fiestas”. Otros discos, como Arvolicos d’almendra de Soledad Bravo, Bachata Rosa de Juan Luis Guerra, Lady in Satin de Billie Holiday,  Ella Fitzgerald Sings the Cole Porter Song Book  de Ella Fitzgerald,  de julieta Venegas, y algunos más, le dieron una gran perspectiva de diferentes sonidos y ayudaron a formar como una de las artistas más aclamadas de su generación.  

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